San Malo

La ciudad de Saint-Michel está a media hora en coche de Saint-Malo. Aquí comienza la famosa Costa Esmeralda de Francia. La costa escarpada: rocosa o playera, yates, barcos, mar realmente esmeralda….

Para los que en su infancia se sintieron atraídos por las aventuras de los corsarios y la inmensidad del mar, Saint-Malo les parecerá una viva ilustración de los libros de aventuras. Desde aquí partían estos intrépidos aventureros a la conquista del Atlántico, las Américas….

Con el patrocinio del rey, anexionaron a Francia varias islas del Pacífico, que siguen siendo sus posesiones de ultramar. Cargados hasta los topes, los barcos atracaban en la bahía de San Malo, y los propios marineros se transformaban en la orilla de piratas en burgueses ejemplares, construyéndose casas sólidas y elegantes.

Una de las características más llamativas de San Malo es la unidad de estilo. No hay ni ha habido nunca una división entre los barrios bajos y el centro. La riqueza corsaria permitió construir las casas de piedra originales, muestra de prosperidad y bienestar. Incluso hoy, paseando por la ancha muralla que protege la ciudad desde hace siglos, uno puede imaginarse la vida de los aventureros marítimos que disfrutaban aquí tras largas ausencias. La ciudad ha sido reconstruida tras la II Guerra Mundial tal y como era antaño, y uno se ve transportado a una época muy distinta…..

Paseando por las murallas, entenderá por qué muchos franceses prefieren la Costa Esmeralda a la Costa Azul: la combinación de playas suaves, acantilados imponentes y mar esmeralda iluminado por el sol ya hace posible esta comparación. Y si a esto se añaden las numerosas islitas rocosas diseminadas aquí y allá sobre el mar, y en algunas de ellas fortalezas, que se corresponden bastante con las ilustraciones de los cuentos de hadas, se enamorará de Bretaña de una vez por todas. Pero eso no es todo: sobre estas olas esmeralda, entre las islas y las fortalezas se dispersan veleros multicolores – todo el mar está salpicado de ellos, como si estuviera mirando una alfombra elaboradamente bordada….

Se puede nadar, pasear por las playas y acantilados. Pero cuando camine por la orilla, no olvide que en Bretaña la diferencia entre la marea y el reflujo es de hasta 14 metros. Caminando por la arena hasta la isla donde se encuentra la tumba de Chateaubriand, tenga cuidado: el sendero que le condujo hasta aquí está a punto de desaparecer bajo el agua. Así que siéntase como un lugareño por unos instantes, ¡a la altura del océano y sus ciclos!

Podrá almorzar en restaurantes locales con apetitosas especialidades bretonas y cerveza, o comer en algún lugar cerca de un criadero de ostras, junto al mar…

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