Biarritz

Hace 150 años, este centro turístico ahora de moda no era muy diferente de otros asentamientos costeros. En la Edad Media, había aquí una aldea cuyos habitantes se dedicaban a la pesca de la ballena. Desde el siglo XVIII, la gente empezó a venir aquí por recomendación de los médicos, que consideraban curativas el agua y el aire de estos lugares.

Victor Hugo, que visitó la ciudad en 1843, la hizo famosa. Después de que el emperador Napoleón IIІІІ y su esposa Eugenia vinieran aquí, el balneario se consideró real. El Emperador y la Emperatriz quedaron encantados con el lugar y construyeron aquí una residencia, llamada «Villa Eugenia». (Ahora es el hotel más lujoso de toda la costa atlántica con el nombre de Hotel du Palais). Tras la corte francesa, Biaritz se vio favorecida por la nobleza y los reyes europeos.

A finales del siglo XIX y principios del XX, el balneario se hizo popular entre la sociedad rusa. Aquí se encontraban Anton Chéjov, Vladimir Nabokov, Fiódor Chaliapin, que compró una villa en Biarritz… La iglesia ortodoxa rusa de Alexander Nevsky, situada frente al Hôtel du Palais, recuerda bien a muchos de nuestros célebres compatriotas, conservando en parte el espíritu de tiempos lejanos.

Los días en que Biarritz era un centro turístico sólo para la alta sociedad han quedado atrás. Hoy es una ciudad accesible, animada y cosmopolita. Cuenta con numerosos museos interesantes: el Museo del Mar, que presenta la flora y la fauna del golfo de Vizcaya, el Museo del Biarritz Antiguo, el Museo de Coches en Miniatura. Villas del siglo XIX y principios del XX, más bien castillos, una amplia playa entre costas rocosas, la fuerza oceánica del oleaje y un sol suave y acariciador, deliciosos restaurantes y bellos rostros europeos: esto es lo que sigue atrayendo a muchos turistas hoy en día.

Si la temperatura del agua en toda la costa atlántica de Francia (incluso en verano caluroso) no supera los 17°C, en Biarritz, gracias a la corriente del Golfo, llega hasta los 25°C.

Aquí podrá pasear por la ciudad, nadar y tomar el sol, ir de compras -tanto en las boutiques más prestigiosas como en tiendas más modestas- y hacer deporte. Hace ya un siglo, los británicos empezaron a organizar aquí torneos de golf y competiciones hípicas. Y gracias a la forma especial del fondo, que favorece la formación de olas continuas, Biarritz ha atraído recientemente a un público especial: los surfistas vienen aquí de todo el mundo para «coger una ola».

Pues bien, si desea sensaciones fuertes sin un esfuerzo físico extremo, basta con acercarse al cabo norte de la ciudad, St. Martin, y, tras superar 248 (¡!) escalones, subir al faro para imaginarse poderoso capitán de un inmenso navío y, embriagado de placer, ver el mundo a sus pies.

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