El Cementerio Monumental de Milán (Cimitero Monumentale), no está muy lejos del centro. Es una especie de «joya arquitectónica» de la ciudad. Fue creado en 1864. Desde entonces se ha enriquecido con verdaderas obras de arte y es completamente diferente del cementerio al que estamos acostumbrados: es un museo al aire libre. El cementerio se inauguró en 1866 y fue un ejemplo inaudito de igualdad entre los ciudadanos.
En una misma parcela (aunque en zonas separadas), los milaneses de distintas confesiones -católicos, israelitas y no católicos- encontraron el descanso eterno. El diseño de la parte principal de la iglesia es sorprendentemente armonioso, ligero y luminoso, obra del arquitecto Carlo Macchiachini, que combinó los estilos románico, gótico y bizantino en el estilo ecléctico imperante en la época. La pieza central de la composición es el edificio con el nombre de «Famedio» (terminado en 1887). Se trata de una especie de templo no religioso, donde reposan los ciudadanos más honrados de la ciudad. No en vano, los bancos de la Catedral, el palco del teatro de La Scala y la tumba del Cementerio Memorial, en el centro de la ciudad, con sus monumentos especialmente grandiosos y opulentos, se consideraban atributos de las familias importantes de la ciudad.
La enorme riqueza de formas, materiales, símbolos e imágenes sencillamente conmovedoras no dejará indiferente ni a los más alejados del arte. Este museo al aire libre puede intimidar al principio: estamos en un cementerio y todas las esculturas son de carácter luctuoso. Aquí están enterrados muchos de los personajes más famosos de Italia, entre ellos: Giuseppe Verdi (aunque sus restos fueron trasladados posteriormente a otro lugar), Alessandro Manzoni, Carlo Cattaneo, Salvatore Quasimodo, el director de orquesta Arturo Toscanini y el escultor Bruno Munari.












